Libertad

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sábado, 27 de junio de 2015

Un martes cualquiera

Era pronto, pero él ya estaba arropado por las sábanas. Su subconsciente ya le empezaba a recordar aquellos momentos ridículos del día, como siempre. Se quitó la camiseta, y ahora más aliviado por el calor, empezó a pensar en sus problemas, a la vez que trataba de conciliar el sueño.
Su móvil se iluminó, quién será a estas horas, aunque sólo eran las diez.
Pasaron unos segundos hasta que sus ojos se adaptaron a la luz de la pantalla, vio que era ella.
"A veces es mejor no despertarse porque los sueños superan a la realidad en todos los aspectos.
Necesito que me digas que la vida es un misterio que vale la pena vivir, que la felicidad se encuentra en los lugares más insospechados, que se cuela como la luz lo hace por la persiana de tu habitación por las mañanas en tu vida.
Aunque no te crea demasiado."
Era la chica del café. La llamaba así porque se conocieron tomando un café cerca de donde él trabajaba. La primera vez que la vio fue lo más cercano que ha estado de eso del amor a primera vista, pero ella no lo sabía.


Desde aquel día decidió ir a la misma hora todos los días, para verla mientras se tomaba su zumo de naranja. Él leía el periódico, donde solo había noticias tristes o aburridas, y de reojo la observaba, hasta que un día cansado de hacer siempre lo mismo se atrevió a acercarse, sin pensarlo mucho,y entablaron conversación. Muchas de las cosas importantes en la vida se hacen sin pensar mucho.
Así fue como la conoció. Poco a poco se fueron conociendo más y de vez en cuando se hablaban por teléfono, la mayoría de las veces de madrugada. 
Tenían una especie de amistad rara, no eran amigos normales, ella acudía a él cuando tenía algún tipo de inquietud.
Cada mensaje suyo era un reto. Echó todos sus problemas a un rincón en su mente para intentar dar con las palabras que más la podrían gustar. Es complicado ser amigo de la chica de la cafetería, no es fácil sorprenderla con unas palabras porque ella no se deja sorprender. Tampoco es fácil entender que pasa por su mente, porque cuando él creía que por fin sabía lo que ella pensaba, ella se las apañaba para negárselo, como si tuviera miedo de encontrar a alguien que por fin la entendiera. Supongo que podría ser peligroso.


La imaginaba en su mente con esos ojos que tan desesperadamente buscaban a alguien que la entendiera, alguien con el que poder contar, alguien que no buscara nada más que una especie de extraña amistad interesada, para que siempre que le necesitara, estuviera ahí para mandarle un mensaje y tranquilizar su mente a altas horas de la madrugada. Aunque esta vez solo eran las diez.


+ Tú lo que quieres ahora -dijo- es un zumo de naranja, y alguien que te diga que los sueños no se diferencian mucho de la realidad, más bien al revés. Que la vida es como el mar, nunca nadie sabrá los misterios que hay ocultos tras él.
 hh
- ¡Vamos a ver! -parecía enfadada- ¿Cómo voy a encontrar la felicidad buceando en el agua? Se te va la olla, ¿lo sabías?
+ No la encontrarás bajo el agua.- respondió él- lo que necesitas es una felicidad simple, que venga de algo insospechado. Entonces serás consciente de que hay cosas que se escapan al entendimiento, como el que ríe sin saber por qué.
Y sí, se me va la olla, llevo toda la vida practicando.
-Jjajajajaja -escribió- espero que llegue pronto ese día. ¿Mañana te veo?

+ Claro, donde siempre.
-¡Vale! Buenas noches entonces.

+Descansa mucho, buenas noches. Ya verás como mañana se cuela la felicidad por los agujeros de tu persiana como la luz del sol.
Volvió a dejar el móvil en la mesa de noche, y por fin ambos lograron conciliar el sueño,sonriendo bajo las sábanas.