Miro el reloj y es casi la una de la madrugada, en el bolsillo tengo todavía el paracetamol que he guardado por si me mandas un mensaje.
Una sensación de regocijo y excitación recorre mi cuerpo, me encuentro a mi mismo en estas calles, me veo reflejado en los cristales de los escaparates, siento que las luces de neón atraviesan mi cuerpo y el eco de mis pasos se hunde en el tumulto. El aire contaminado es la fragancia que me gusta respirar.
Grandes avenidas y sinuosas calles, esperando que mi destino se cruce con sus misterios aguardan con silencio en la noche de la ciudad.
Sí, esta es la vida que he escogido, y en lo que me quiero convertir. Sin preámbulos puedo decir que he estado muchos años de mi vida esperando a que una parte de mi explotara, naciera, o se transformara, y súbitamente me convirtiera en otra persona, como si no quisiera ser yo mismo. Como si no quisiera reconocer ser el tipo que con un whisky se olvida de todo y sólo entonces tiene el valor de enfrentarse a todo lo que se pueda poner en medio de su devenir.
Porque las personas tenemos capas, como las cebollas, y la vida nos va quitando una a una. Cuando ya no hay más capas, el mundo te resulta más lejano, y la gente. Todos los días acaban siendo el mismo, y la felicidad es algo más fácil de encontrar en el hábito. Estás desnudo frente al espejo y no hay nada más.
Caminando por la ciudad me he descubierto; en mi cabeza sólo hay un erial de pensamientos, y ya no lucho por encontrar alguno que merezca la pena.
Quizá sólo tengamos una oportunidad para todo en la vida, y yo perdí la mía amando a la persona equivocada.
Y al final, como nadie puede estar mucho tiempo a la intemperie, busco refugio donde siempre:
Porque las personas tenemos capas, como las cebollas, y la vida nos va quitando una a una. Cuando ya no hay más capas, el mundo te resulta más lejano, y la gente. Todos los días acaban siendo el mismo, y la felicidad es algo más fácil de encontrar en el hábito. Estás desnudo frente al espejo y no hay nada más.
Caminando por la ciudad me he descubierto; en mi cabeza sólo hay un erial de pensamientos, y ya no lucho por encontrar alguno que merezca la pena.
Quizá sólo tengamos una oportunidad para todo en la vida, y yo perdí la mía amando a la persona equivocada.
Y al final, como nadie puede estar mucho tiempo a la intemperie, busco refugio donde siempre:
-Un whisky doble, por favor.
