Hay una parte de nosotros que es atemporal. Recuerdos que te hacen volver a ese lugar, ese instante sintiendo lo que sentías, porque parecen reales.
Un lugar no es nada por si solo, un lugar, es él, y su historia; lo mismo con los objetos, con las personas, con las canciones y los poemas. Ahí está la parte atemporal de su esencia.
Y pienso que no hay nada más preciado para nosotros que nuestros recuerdos y el poder mantenerlos intactos, inmóviles en el tiempo.
Se me ocurre que en verdad lo único importante es encontrar a esa persona que sepa ver la historia a través de tus ojos, que de alguna manera entienda todo sin saber nada, la complejidad y la sencillez sin entender el por qué.
Esas personas son como troncos de árbol en un río, te puedes aferrar a ellas y sentirte seguro, aunque no sepas muy bien a donde te lleva la corriente. En el fondo nunca lo sabes.
Todo lo demás es retórica.
Todo lo demás es un telón negro que te cubre y no te deja ver.
