Libertad

Libertad

sábado, 18 de octubre de 2014

A la chica del desorden

De las 7 billones de personas que hay en el mundo, eres en la que más me fijo.
Y no soy ni la mitad
de interesante
de guapo
de listo
de atractivo
que cualquiera de los cientos que te rodean en la vida.
Pero cada día intento ser un poquito más interesante, porque de lo demás no puedo.
Y aunque te fijes en mi sólo cuando te apetece, o cuando tu instinto femenino diga que ya estoy a punto de olvidar que me interesas, creo que puedo llegar a merecer la pena.
Aunque no sé muy bien si para ti merecer la pena signifique una noche o algo más.
Y posiblemente viva con la esperanza en algo que nunca sucederá.
Pero no hay nada más humano que vivir de ilusión para morir de desilusión.
¿Verdad?


Vas sembrando el desorden a tu paso.
Y eso es lo que me gusta de ti.
Eres el deseo hecho mujer. Quizás sea ese el problema.
La fruta prohibida que no hay que morder si no quieres vivir condenado el resto de tus días.
Porque todo te importa o no, dependiendo de si te importe importar en ese momento.
Porque eres la certeza de saber que no hay nada cierto en la vida.
Y cuando faltas, todo el mundo te busca por las esquinas.
Aunque sea sólo para comprobar que sigues ahí.
Amas a tu manera, sientes a tu manera, piensas a tu manera.
Pasas por la vida de los demás como una ola pasa por la tabla de un surfista.
Luego te vas, sin más. No pierdes el tiempo, y te conformas con lo que fue bueno una vez. Respetas los instantes, no buscas nada más que eso; instantes. Todo lo demás te resulta intrascendente. No cambiarías lo perfecto por un futuro sin camino.
Eres siempre la que conduce en tu vida, y nunca estacionas, sólo paras en la vida de los que te interesan.
No soportas a los que intentan sugerir tu atención. (Porque la chica del desorden solo se interesa si sale de ella interesarse. Y para ello hay que ser natural, guardar bien todo lo que sabes para que lo vaya descubriendo ella poco a poco).
Sabes que eso te encanta.
Tienes siempre lo que quieres, cuando quieres, y si no lo tienes no te preocupa; porque lo acabarás consiguiendo.
Eres como la vida misma: fugaz, cambiante, increíble, ensoñadora.
Impaciente también, siempre has estado acostumbrada a tener todo rápido. Quizás impulsiva, un poco inestable en la vida. Aunque esto último te de miedo reconocerlo, y la mayoría ni se haya dado cuenta.

Sé que te han hecho daño, en parte por eso eres lo que eres: la chica del desorden. Pero aunque vayas por la vida sin un rumbo aparente, yo sé que tú quieres encontrar a alguien que te sorprenda. 
Alguien que te haga ver la vida de otra manera. 
que te logre convencer de lo que piensas. 
Alguien que mantenga ese misterio y esa pasión que tanto te gusta, que no te decepcione. Porque estás cansada de no tener una certeza.
Alguien con el que puedas tomar un café y no te pregunte por otro.
Alguien que te entienda, que te respete. Que te haga llorar de felicidad con unas palabras, en un instante perfecto; que te mantenga con la incertidumbre de saber si el mañana será más perfecto que el ayer. 
Alguien con el que poder compartir una noche de verano, y que no le de miedo saber que mañana ya quizás no estés allí; porque entonces en ese momento aparcarás tu coche y disfrutarás de las estrellas, al menos, lo que dure la noche. Porque sabes perfectamente que nada es para siempre. Pero por dentro te gustaría creer que no es así.

Yo no sé si soy ese alguien. Ni siquiera sé si quiero serlo. Ser compañero de la chica del desorden no es fácil.
Pero aun no sabiendo si soy ese alguien, sé que de las 7 billones de personas que hay en el mundo, eres en la que más me fijo.

viernes, 10 de octubre de 2014

Caduco roble

Yo no quiero
ser perenne como la hierba,
quiero ser 
caduco como el roble.

Yo no quiero
vivir si no es para ella,
quiero ser
su hábito inconfesable.

Como una ola en el mar
que rompe en la orilla,
Como un rayo de sol
se cuela por las esquinas.

Como polvo en el viento,
algo tan tenue
que en un sentimiento
se hace tan grande.

Yo no quiero
ser perenne como la hierba,
quiero ser 
caduco como el roble.







jueves, 2 de octubre de 2014

Días de otoño

El 23 de septiembre de todos los años, comienza mi parte preferida del año. 
Los árboles comienzan a tomar colores amarillos, naranjas, ocres, rojos; el sol se pone cada vez más temprano (3 minutos cada día exactamente), y deja sobre las nubes infinidad de colores que hacen bello el paisaje. El cielo se va encapotando, repentinas lluvias caen sobre la ciudad, creando reflejos de luces sobre el pavimento.
El equinoccio de otoño avisa con su elegancia de que se avecinan cambios. Y digo elegancia, porque para mí septiembre, octubre y noviembre  me parecen meses elegantes. Los señores con trajes ocres del calendario.
Quizás tenga esa idea porque el otoño represente la madurez.
Y tal vez me guste tanto por ser la estación menos preferida, soy así. 
Porque pasa desapercibido entre el calor y el frío, y no es tan golosa, alegre y superficial como la primavera.
No es tan atractivo como el verano, ni tan serio como el invierno. El otoño es filosófico, melancólico, y muy ensoñador.
Poca gente se percata de él pero siempre está: como el bajo de una canción, como esa persona que cuando se va deja un vacío; como la noche, que no se percata de la luna pero siempre luce su brillo.
El otoño transcurre lento en la vida, como si se resignara a abandonar su esencia pero a la vez dando lugar a muchos cambios, intemporal y pasajero. Hay sorpresas en estos meses. Y las cosas suceden de poco en poco. 
Para algunos comienza el curso, y con el las promesas.
Personalmente, siempre me han ocurrido cosas increíbles en estos días, siempre han tenido un cierto encanto que propiciaban la aparición de buenos momentos, que además se disfrutan más porque no tenemos mucho tiempo libre en estas fechas. Nunca me decepcionan y aunque en ocasiones les pida más de lo que por derecho me corresponde, me dejan con buen sabor de boca y me envuelven con su magia queriendo que encuentre vida más allá de la rutina, queriendo que me encuentre más a mi mismo.
Y además tengo el honor de que mi cumpleaños sea en octubre.
Cada otoño que pasa, sé algo que no sabía antes de mi, y por cada hoja que cae lanzo una promesa al aire.
Son los elegantes días de otoño.