La vida sigue también aquí, y no son los coches con sus vocinas estridentes, sino las gaviotas las que adornan el paisaje y despiden el día, día que se me antoja cálido y consabido.
Hace ya tiempo desde la última vez que vine, pero el paisaje ha permanecido estoico: los pinos otean en el horizonte, el mar impregna al viento en salitre y hace música cada vez que una de sus olas se transforma en espuma al chocar con la pared de rocas del acantilado sobre el que ahora estoy sentado. La luna, ya asoma sobre la vereda de pinos, y parece contemplar con complicidad, hoy más que nunca, a todos aquellos a los que como yo, el mundo les parece algo inabarcable y lleno de armonía.
Estoy sentado justo donde mi vida se fusiona con el infinito, y una brisa egoísta barre mi cara de dudas y preguntas sin responder. Te extraño.
Quizás tú también estés pensándome en cualquier lugar, se me ocurre que ese es el regalo más valioso que me podrías hacer: pensarme a tu manera, quererme a tu manera, y que solo la luna fuera testigo de aquello, aunque nunca nadie, ni siquiera yo, se percatara jamás. Porque cuando existe un sentimiento tan puro cualquier intento de expresarlo es un acto de rebeldía, y yo prefiero ser rebelde pero solo si te tengo al lado.
Apareces en mi mente, madura y sentimental, con esa mirada que tantas veces ha desordenado mi pensamiento.
Para mi, siempre seguirás siendo aquel amor imposible, lo sé, porque cada vez que te imagino me dan ganas de escribir un libro en el que el amor fuera el protagonista y antagonista de nuestra historia.
Te llevaste todas las respuestas contigo.
"Aquel libro en blanco que le regalé me ha acompañado todos estos años. Sus palabras serán las mías. No sé si sabré hacer justicia a mi promesa. A veces dudo de mi memoria y me pregunto si únicamente seré capaz de recordar lo que nunca sucedió.
Marina, te llevaste todas las respuestas contigo."- Marina, Carlos Ruiz Zafón.


No hay comentarios:
Publicar un comentario