Libertad

Libertad

miércoles, 13 de abril de 2016

Rock & Roll, y tú



Quiero que te quites el coletero en el descapotable para ver como se desordena tu melena al viento.
Quiero coger una carretera y no soltarla, que nos lleve a donde sea, tú ya sabes que sólo es una excusa para estar contigo.
Pondremos Rock & Roll durante el viaje, puro, simple, arrollador y sucio.
Del que se te mete en las venas, te invade el cuerpo y entonces ya no puedes parar.
Quiero que seas salvaje. Hacerlo contigo una y otra vez. Y que al acabar me digas que quieres más.


Bésame.
Muérdeme. 
Ya tendremos tiempo para romanticismos más tarde.
Quiero que al llegar al hotel no te esperes a entrar. Que me intentes arrancar la camisa en el ascensor y me pegues contra la pared, mientras nos besamos y rozamos piel con piel a la vez que intento sin suerte abrir la puerta de la habitación, tú con una mano en mi cuello y otra buscando la hebilla de mi cinturón.



Quiero entrar de golpe, arrancarme la camisa que se había quedado a medio desabrochar, mientras me empujas hacia la cama.
Quiero recorrer tu cuerpo con mis manos, y entretenerme un poco en tus muslos. Quiero mirarte a los ojos.


Cuando acabemos sacaré la botella de vodka y después de varios chupitos volveremos a repetir.
Y por la mañana sin haber dormido apenas, volveremos al coche y proseguiremos nuestro viaje.


Desde valencia, hasta la costa azul.
Ya sabes lo que quiero.
Sólo tenemos que dejar que la música se nos meta en las venas.




domingo, 10 de abril de 2016

Soneto de madrugada


A veces me ahogo entre mis palabras
juegan en mi mente y mis pensamientos
se hunden entre suspiros y lamentos
renacen como el fénix con sus alas

Esmeraldas brillan en tu mirada
y me evado del mundo por momentos
me fundo en la nada y mis sentimientos
se turban entre capas con espadas

No quiero rojo, si no es tu carmín
no quiero verde, si no son tus ojos
quiero tenerte, verme junto a ti

No quiero ser medio, tampoco fin
no quiero noches, si no son de locos
quiero besarte, tocarte y sentir

Como el niño que un día fui

Aquellas mañanas de primavera se hicieron más llevaderas sabiendo que ella estaba aquí. Con cierta inquietud pensaba en la dependencia que tenía cuando me levantaba y veía sus mensajes, sin darme cuenta estaba de camino a la universidad, sin esfuerzo ni cansancio.


Volví a los días más queridos de mi infancia, en los cuales esperaba con anhelo el timbre que precedía al patio, para salir corriendo y jugar a las canicas. Ella era ese sentimiento, esa mirada inquieta al reloj antes de que sonara la campana, ese sentimiento de felicidad y esa tristeza cuando otra vez tenía que volver a clase con mis compañeros.
Me miraba en el espejo como el niño que un día fui, vulnerable y dependiente de algo que no sabía muy bien que era, pero tampoco me importaba porque sin darme cuenta los días pasaban y era feliz. A mi juicio el mundo antes de ella iba demasiado rápido. Llegó, me revolucionó y tuve que bajar de marcha para darme cuenta de que hay sensaciones que están hechas para vivirlas despacio.
Le cogía de la mano por la calle, a veces no hacía falta hablar y eso era lo mejor. El calor de la ciudad nos arropaba, mientras paseábamos eramos complices de numerosas situaciones, y eso me hacía sentir vivo, excitado y único.


Una vez en una de nuestras tardes de viernes me soltó la mano se paró y me dijo:
- No creo que esto sea para siempre, pero yo lo llevaré siempre conmigo de una manera u otra.
No se muy bien lo que significaban aquellas palabras y yo no dije nada. Nos miramos durante unos segundos y luego me di cuenta de que era lo mejor que me podría haber dicho.
Miré a sus ojos y vi reflejados en ellos mi mirada tranquila, esperanzadora, con un atisbo de ingenuidad, como la del niño que un día fui; y la besé.