Pasemos al plan B,
donde las excusas se transforman en buenas ideas,
donde el olvido llega antes que el remordimiento,
y así,
sin sentimiento ni lucha,
tu alma se marchita antes de tiempo,
antes de que llegue y pase la primavera.
Me pregunto, ingenuo,
cuántas veces tengo que ver la misma película
para darme cuenta;
todas las renuncias fueron en vano
si no somos capaces de aprovechar la aventura cuando llega.
Y es que tú, en tu infinitud
te giras y sonríes
como la chica de aquella película
en la que con complicidad creíamos ver reflejada nuestra historia.
En silencio morimos,
el uno frente al otro.
Separados por un muro, tal vez invisible, no sé.
Y la vida nos engulle
poco a mucho, sin piedad.
En el cementerio de los momentos no vividos
se está escribiendo nuestra historia con palabras,
palabras que, como cárceles,
no dibujan todos los matices de tu mirada,
esa mirada, que tantas veces me ha devuelto la voz y las ganas.
Por desidia y cobardía,
nuestra realidad se derrite,
esta vez sin la duda.
Me pregunto, ingenuo,
si al encontrarnos con aquél extraño
que parecía saberlo todo de nosotros,
buscaremos el regate y la sonrisa.
Y aquí sigo.
A medias entre el todo y la nada,
preguntándome
cuántas veces tengo que ver la misma película.

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