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Libertad
sábado, 1 de abril de 2017
martes, 21 de marzo de 2017
sábado, 11 de marzo de 2017
Sonrío, no importa
Creamos futuros recuerdos, que, con anhelo y suerte morirán lentamente, entre cenizas y miasmas. Imágenes recicladas, de las que ya poco queda: un sentimiento mortecino, una foto muy rasgada.
Cuando llevo tiempo sin verme y me echo de menos a mi mismo, me encuentro paseando por estos rincones.
Corriendo por el paseo marítimo, iba a buscarte a tu casa.
Cantando aquella canción que te hice.
Sintiendo las tardes soleadas de abril entre amigos, y aquellas noches eternas.
Luego,
recuerdo que los recuerdos no son más que momentos retocados, felicidad
inventada en un portal a la despedida, sensaciones varadas en la laguna
estigia de los sentimientos.
Y me doy cuenta:
Corría porque llegaba tarde.
Cantaba una canción que nunca llegué a terminar.
Llovía en aquellas tardes de invierno y no abril. Efímeras eran las noches.
Sonrío, no importa; aún sabiendo que no fui ni la mitad de feliz que recuerdo, recordando soy feliz.
Y
pensando, es en el contenido inherente y no es en la forma, donde se encuentra el
verdadero significado de lo que hacemos. Hago un esfuerzo para hacer memoria:
Corría porque te quería.
Cantaba porque era feliz.
Llovía en la terraza, pero soleados eran los momentos, de noches efímeras pero eternas.
domingo, 5 de marzo de 2017
El plan B
Pasemos al plan B,
donde las excusas se transforman en buenas ideas,
donde el olvido llega antes que el remordimiento,
y así,
sin sentimiento ni lucha,
tu alma se marchita antes de tiempo,
antes de que llegue y pase la primavera.
Me pregunto, ingenuo,
cuántas veces tengo que ver la misma película
para darme cuenta;
todas las renuncias fueron en vano
si no somos capaces de aprovechar la aventura cuando llega.
Y es que tú, en tu infinitud
te giras y sonríes
como la chica de aquella película
en la que con complicidad creíamos ver reflejada nuestra historia.
En silencio morimos,
el uno frente al otro.
Separados por un muro, tal vez invisible, no sé.
Y la vida nos engulle
poco a mucho, sin piedad.
En el cementerio de los momentos no vividos
se está escribiendo nuestra historia con palabras,
palabras que, como cárceles,
no dibujan todos los matices de tu mirada,
esa mirada, que tantas veces me ha devuelto la voz y las ganas.
Por desidia y cobardía,
nuestra realidad se derrite,
esta vez sin la duda.
Me pregunto, ingenuo,
si al encontrarnos con aquél extraño
que parecía saberlo todo de nosotros,
buscaremos el regate y la sonrisa.
Y aquí sigo.
A medias entre el todo y la nada,
preguntándome
cuántas veces tengo que ver la misma película.
donde las excusas se transforman en buenas ideas,
donde el olvido llega antes que el remordimiento,
y así,
sin sentimiento ni lucha,
tu alma se marchita antes de tiempo,
antes de que llegue y pase la primavera.
Me pregunto, ingenuo,
cuántas veces tengo que ver la misma película
para darme cuenta;
todas las renuncias fueron en vano
si no somos capaces de aprovechar la aventura cuando llega.
Y es que tú, en tu infinitud
te giras y sonríes
como la chica de aquella película
en la que con complicidad creíamos ver reflejada nuestra historia.
En silencio morimos,
el uno frente al otro.
Separados por un muro, tal vez invisible, no sé.
Y la vida nos engulle
poco a mucho, sin piedad.
En el cementerio de los momentos no vividos
se está escribiendo nuestra historia con palabras,
palabras que, como cárceles,
no dibujan todos los matices de tu mirada,
esa mirada, que tantas veces me ha devuelto la voz y las ganas.
Por desidia y cobardía,
nuestra realidad se derrite,
esta vez sin la duda.
Me pregunto, ingenuo,
si al encontrarnos con aquél extraño
que parecía saberlo todo de nosotros,
buscaremos el regate y la sonrisa.
Y aquí sigo.
A medias entre el todo y la nada,
preguntándome
cuántas veces tengo que ver la misma película.
sábado, 25 de febrero de 2017
En un balcón
Todavía recuerdo aquellos días en los que una mirada acallaban mis dudas. Tú, apoyada en la balaustrada de aquel balcón mirando a algún sitio que sólo tú podías ver. Yo, sólo te observaba, callado, cómplice del momento y sabiendo que jamás podría resolver aquel misterio que veía reflejado en tus ojos.
Saber que aquello era pasajero, sólo me hacía vivir con más intensidad. Tú nunca hubieras podido ser para siempre un reflejo de mi sin mis inseguridades.
De un lado estabas tú, y del otro, todos los demás.
Todavía me despierto, sudando y cansado, para darme cuenta de que esos días ya quedaron atrás. Convencido de que entre recuerdos mis días se hacen más llevaderos, pero en el fondo sabiendo que sólo soy una sombra etérea de lo que un día fui.
Muchas veces se me olvida el final de la historia, o mi tan trasparente ingenuidad. Como si mi memoria selectiva pudiera cambiar el pasado, y llevarnos a sitios donde nunca estuvimos.
Pocos momentos merecen la pena, y muchos faltarán para suplir aquellas historias con otras nuevas que me hagan de alguna manera dejar de recordar aquellos días. O recordarlos pero esta vez como el que sabe que la vida no empieza y acaba ahí.
No creo en el destino, pero sí en un azar caprichoso, que viene y va. Como el pelo cuando revoltoso se deslizaba por tu cara, o como las olas cuando mojaban nuestros piés en la orilla de la playa.
De cualquier manera, y sabiendo que el tiempo es lo que pasa entre momento y momento, me gusta recordar aquello. Y sin darme cuenta, sonrío como un niño, recordando tu voz y tu mirada.
viernes, 17 de febrero de 2017
Capítulo I - La noche
La luna, con su tono amarillo de Nápoles, lucía en el cielo muy cerca de desaparecer.
Mientras caminaba, podía notar como el pulso acelerado latía en sus oídos. Se sorprendió a si mismo por su propia determinación, pues estaba deseando irse de aquel lugar, dar la vuelta y echar a correr.
La casa, al fondo, parecía haber salido de alguna pesadilla; las hojas de los árboles, se enarbolaban con el viento, y la tierra que pisaba, yerma, crepitaba sórdamente a su paso.
Cuando estuvo a la altura de la puerta, y antes de entrar en aquella casa de pesadillas de cuento, se giró para echar un vistazo al camino recorrido.
Suspiró, y finalmente, abrió la puerta.
Suspiró, y finalmente, abrió la puerta.
Un ejército de sombras temblequeaba en las paredes: había una vela encendida en el vestíbulo -aquí hay alguien-, pensó.
Paralizado, decidió no hacer ruido, y tras esperar unos segundos, que se sintieron minutos como poco, decidió dar un paso y luego otro. Cuando se acercó a la vela, un olor a cera inundó su olfato y para alegría o consternación pudo ver como ésta llevaba encendida bastante tiempo, pues sobre la base de la palmatoria corría derretida.
Asió la palmatoria y caminó hacia las escaleras. Sólo había estado en aquella casa una vez, pero el recuerdo se había grabado en su mente como una marca de fuego en el lomo de un libro -los recuerdos son caprichosos-.
El piso de arriba parecía haber salido de un huracán, todo estaba tirado en el suelo, allí no quedaba nada ni nadie. Por si acaso y con vehemencia, recorrió las habitaciones tratando de no pisar los libros, las astillas desprendidas de los muebles, y los cristales rotos.
Se llevó la mano al bolsillo y sacó un cigarrillo Benson. Mientras fumaba sentado en la cornisa interior del ventanal roto, pudo ver como poco a poco la oscuridad se cernía sobre el paisaje al paso el cual la luna se hundía en el cuadro que contemplaba.
Y no pudo evitar pensar en la similitud metafórica que había con su propio destino.
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